jueves, 31 de julio de 2008

El genio y yo - Claudio Amodeo


EL GENIO Y YO
Claudio Amodeo

Hice todo lo que una persona cauta hubiera hecho al encontrar la lámpara: la escondí entre las ropas, huí a un lugar seguro y me senté a pensar con paciencia antes de frotarla. Luego, cuando apareció el genio con su turbante, su chaleco y su nube y me formuló el clásico agradecimiento: "Por haberme liberado te concederé un deseo", lo miré a los ojos y le dije sin dudar: "Quiero que de ahora en más me concedas todo lo que te pida, siempre y cuando te confirme que realmente lo quiero".
No me digan que no fui inteligente y precavido. Mi pedido merece un diez, una felicitación. ¿Cómo iba a saber yo, o acaso alguno de ustedes, que un genio se puede suicidar?

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