miércoles, 31 de diciembre de 2008

Cena - Héctor Ranea


CENA
Héctor Ranea

—Anotemos —dijo Lucrecia.
—¡Dale! —acordó la hermana Lurdes.
—¿Huevos negros? —pregunta Lucrecia.
—Tenemos —contesta Lurdes.
—¿Ojos de camarones, de hortelanos, de canarios, de lechuzas?
—Sí. ¿No vas a servir colas de gato este año? —dice Lurdes.
—¡Claro! ¿Cuántas necesitamos?
—Unas cien. Algunos las rechazan.
—¡Con el trabajo que cuesta armarlas!
—Sigamos… Sesos de mono conseguimos, ¿no?
—¿Cuántos hicimos la última vez?
—Doscientos —contestó Lucrecia.
—¿Uno por cabeza? (Ríen las dos).
—Y… a nadie le gusta compartir el postre.
—No. No vamos a conseguir semejante cantidad. No quedan monos.
Ambas se miran desoladas.
—Decime, Lurdes: ¿aún conservamos vivos los monos de la cena del año pasado?
—Sí. Claro.
—Entonces consigamos testículos humanos. Licuados y congelados son lo que más se le parece a los sesos de mono.
Lurdes sonrió, cómplice.

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