martes, 9 de febrero de 2010

Sólo una gota – Sergio Gaut vel Hartman


El marciano viajaba en el moderno subterráneo de Megápolis, la nueva capital de la Tierra Unida, y no salía de su asombro. Todo era tan nuevo, tan eficiente, tan perfecto. Estaba maravillado por las cosas que veía, estupefacto. Entonces, con los ojos abiertos y la respiración entrecortada, recordó el hacinamiento que soportaba diariamente en el inmundo subte de su planeta natal y evocó el estropeado vagón que recorría el fondo del canal entre nubes de polvo rojo. Esa reminiscencia desencadenó en él una ácida e hiriente melancolía, la desconsolada nostalgia del que se encuentra en el exilio. El cuerpo del marciano empezó a agitarse con el movimiento convulsivo que en su especie equivale al llanto, e incapaz de controlarse, derramó una gota de líquido viscoso, una preciosa gota que en Marte podía significar la diferencia entra la vida o la muerte de un ser vivo.