sábado, 26 de noviembre de 2011

Pedir por pedir – Héctor Ranea


Podrán decir todo lo que quieran, pero el olmo me dio peras. Generoso, tal vez algo reticente, pero al fin se portó y me las dio. Eso sí, no fue algo instantáneo ni demasiado atildado. Las dejó caer mientras yo suplicaba por las peras. Me las tiró por la cabeza. Una me perforó un tímpano, las otras siete me dejaron calvo y la última: ¡Ah, la última! La mil tres. Fue directo al plexo solar. Divino. Dormí el sueño más lindo esa tarde, a la fresca sombra del olmo. No sé qué hacer con tanta pera, claro. Algo se me va a ocurrir, no quiero parecer desagradecido.

2 comentarios:

El Titán dijo...

aténgase a las consecuencias de sus pedidos don Ogui...

Ogui dijo...

Uno de los Themata clásicos es el del pedigüeño que encuentra los límites de su deseo al formular éstos y, muchas veces, el fin es trágico. En este caso, o bien se fermentan las peras afuera de uno, en cuyo caso logra un delicioso calvados, si se es experto, o un pastruño inmundo imbebible por añadidura. Peor es, en cambio, si la fermentación es dentro de uno. Si un olmo generoso te ofrece peras, andá tratando de colocarlas en el mercado central...