miércoles, 28 de diciembre de 2011

Espíritus - Olga Appiani de Linares


Desperté y el fantasma prometido estaba en la habitación.
Ropa oscura, gestos exagerados, suspiros que rivalizarían con cualquier huracán tropical...
Muy teatral, demasiado "demodée", tirando a trágico. Y al parecer sin otro deseo que pasearse de un lado a otro, entre lamentos.
Amante de emociones fuertes, yo había pagado para ocupar la habitación con fama de encantada. Pero esperaba más que esos deambulares suspirantes.
—Oiga, joven... Si no piensa hacer algo más... fantasmal, digamos, pediré la devolución de mi dinero. Así, el único riesgo que corro es morir… ¡de aburrimiento!
—¡Oh, Muerte! ¡Oh, grave signo de un gran poder lejano! —declamó, en respuesta. Pasó el resto de la noche recitando a Novalis.

No logré que me reintegraran lo abonado.
Yo pedí un fantasma y eso tuve, dijeron; si no me había gustado que fuera el Espíritu del Romanticismo, debí prestar atención a la letra chica.

Tomado del blog: Palabras

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