sábado, 31 de marzo de 2012

Brindis - Rafael Blanco Vázquez


Te molesta que tu madre sea con su nuevo marido como tu padre era con ella. Que ahora se permita todo lo que antes perdonaba. Pero probablemente él esté pagando, digamos, algún pecado anterior, digamos también. La vida es una cadena y yo no le hago el bien a quien me hace el bien, o sí, porque soy el mal que está necesitando. Como en esa película donde el criminal paga, en efecto, pero por un crimen que no ha cometido, mientras el autor de éste queda impune, cómo saber si momentáneamente. Sufrimos porque nos sentimos culpables de vivir y alimentamos dicho sufrimiento haciendo el mal. Tu madre y tu padrastro sufren, ambos, y tu padre vete a saber, esté donde esté. ¿Acaso no sufrimos nosotros dos, mientras celebramos nuestro amor incipiente con una copa de vino?

Sobre el autor: Rafael Blanco Vázquez

Condominio - José Manuel Ortiz Soto


Me despertó el escándalo en el piso de arriba. “Mi nieta duerme; además, no creo que sean horas apropiadas…”, protesté. “No volverá a pasar”, se deshizo en disculpas mi vecino, un hombrecito oscuro y solitario. Nada que ver con el tipo cruel y despiadado que, dirán después los diarios, enterraba a sus víctimas en la sala de su apartamento”.

jueves, 29 de marzo de 2012

Volver a empezar - Anna Rossell Ibern


Todo quedó arrasado. Después del terremoto, el huracán había barrido extensiones inmensas y el desplazamiento del eje había hecho el resto. Nadie se había tomado en serio a tiempo el más que anunciado calentamiento de la Tierra y aquello había acabado con la especie humana. No era posible que fuera él el único superviviente. Entre las ruinas, una hoja impresa de papel fino había quedado milagrosamente intacta y se acojonó cuando creyó captar por primera vez el verdadero sentido de aquellas palabras: "Dios creó al hombre a su imagen y semejanza".

Fuga - Jesús Ademir Morales Rojas


Tras haber saltado de la silla, con la soga al cuello, el suelo acolchado de mi celda se hizo un firmamento turbio, color carmesí. Ángeles de fauces dentados y largas colas de castor jugueteaban en las profundas nubes iridiscentes. Y entre los rayos multicolores de una luna fragmentada, escuche los alaridos metálicos de tu llamado infinito. Entonces por fin, más allá del tiempo, solté la cuerda.

Primera vez - Alejandro Bentivoglio


—Así que estamos solos —dijo el hombre, viendo a la mujercita.
Ella asintió, sonriendo con ingenuidad. Luego él se quitó la ropa y ella se acostó en la cama. Cerró los ojos.
—Voy a ser cuidadoso —dijo él, con cierta arrogancia de cazador.
Ella mantuvo sus ojos cerrados. No quería que él descubriera todos esos viejos amantes que se le agolpaban en sus ya nada virginales pupilas.

Tomado del blog: Memorias del Dakota
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio

martes, 27 de marzo de 2012

Cientos de palomas muertas por causas desconocidas - Anna Rossell Ibern


Ayer a las doce, hora local, la policía recibió una llamada anónima de un vecino comunicando el insólito hallazgo de centenares de palomas muertas en la viña de su propiedad, a la que se dirigía. Un comando especializado en asuntos paranormales anda detrás de la pista de un tal J., un hombre cuya identidad debe quedar en el anonimato para no entorpecer la tarea policial, que fue visto deambulando extrañamente por el lugar. Declaraciones de otro vecino hacen pensar que el autor de la masacre sea un loco, pues el sospechoso, que iba solo, no cesaba de gritar mirando al cielo: “María, yo te mato, María yo te mato”. No se descarta que pueda tratarse de una conexión con alienígenas, dada la insistencia del hombre en dirigir sus voces hacia el cielo.

Error – Lucía Amanda Coria


—Sal de aquí, viejo estúpido —le gritó— ¿Que no ves que estoy ocupada?
Las palabras agrias de su mujer y la puerta del dormitorio cerrándose en sus narices lo derrumbaron anímicamente. Pudo ver que ella no estaba sola
Fue hasta la cocina y se sirvió un vaso de leche descremada bien fría. Sabía que eso afectaría su sistema inmunológico pero no le importó. Ya nada le importaba. Sólo una duda peleaba en su cerebro decrépito.
¿Fui estúpido o inmoral? —se preguntó en voz baja—. Siempre la usé de conejillo para todos mis experimentos y nunca lo supo. Pero alguno falló y la convirtió en una adolescente. En tanto que yo….
Mira sus pantalones empapados. Otra vez la incontinencia.

Acerca de la autora

Como todos los dias - Fernando Puga


Hoy como todos los días voy esperanzado hacia la hora de dormir. Hoy como todos los días fueron pocas las emociones. Cuando vivir era intenso dormía con facilidad. Perdía el tiempo. Ahora que vivir es un lento arrastrar de recuerdos ansío dormir y si lo logro el más leve ruido me despierta. Sólo en sueños te apareces, aunque cada vez más borrosa tu imagen y más turbia tu voz. 
Se acerca la chica que se ocupa de mí, empuja la silla hasta la habitación, me desviste, me pone el pijama, me acomoda en la cama, sólo deja una luz tenue y se va. Entonces sí. Por un momento soy feliz caminando manso hacia tu paraíso.

Acerca del autor

domingo, 25 de marzo de 2012

La corriente del río hace casi todo – Héctor Ranea


Hice lo que todo sabio chino hubiera hecho. Me senté a orillas del gran río: mi enemigo hecho cadáver no tardaría en pasar, cosa que sucedió en algunas lunas. El primero que pasó fui yo. Entonces, con toda tranquilidad, fui a saludar a los sabios. Al principio nadé unas brazadas, el río me llevó con ellos: aceptaron mis saludos, pero no me quisieron con ellos. Ahora floto rumbo al mar, mientras veo que espero a orillas del río. Debería, eso sí, haber elegido un lugar con más sombra. Se ve que aún soy demasiado tonto para ser mi enemigo.

Acerca del autor

Inmóvil - Alejandro Bentivoglio


La estatua pensó en moverse cuando pasó un hombre a su lado. Pero se dijo que si el hombre era un crédulo, saldría corriendo y si era un escéptico, achacaría el movimiento a una simple alucinación.
Optó por quedarse en su lugar. Quizás más tarde poner un sombrero para que los turistas le arrojasen monedas. Patear a los perros advenedizos, incontinentes.

Tomado del blog: Memorias del Dakota
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio

miércoles, 21 de marzo de 2012

La diosa - Vanessa Navarro Reverte


Aquello no era un asesinato, en el sentido corriente de la palabra; era un acto de fe, de justicia, de necesidad. Fe hacia la divinidad, que exigía sacrificios para conservar la pureza del pueblo; justicia hacia la familia Lambda, que había sido ultrajada con el nacimiento de la mestiza; necesidad hacia la comunidad, pues el advenimiento de la diosa estaba próximo y cualquier mácula entre los elegidos podía impedir que su glorioso destino se cumpliera.
Deberían haberlo hecho tiempo atrás, cuando la madre parió a la niña de ofensivo pelo rojo e iris color mar. ¡Qué insulto entre aquellas canas y miradas grises! Pero se habían redimido.
Aún no se había enfriado el cadáver cuando la diosa apareció. Un escalofrío recorrió la espalda de todos mientras contemplaban cómo centelleaban sus cabellos de fuego y el azul de sus ojos los juzgaba culpables.

Acerca de la autora: Vanessa Navarro Reverte

La última función - Xavier Blanco


Disimula sus lágrimas, se maquilla una sonrisa e irrumpe en escena. Los focos deslumbran su decrépita figura. Sitiado por insultos y vejaciones repite idéntico final cada tarde: saca un revólver, encaja una bala en el tambor y lo hace girar de forma caprichosa. Una detonación fría enmudece la carpa. Mientras su cuerpo menudo finge la muerte, los niños aplauden enfervorecidos. El domador, escondiendo el rastro sanguinolento garabateado en la pista, retira apresurado el cuerpo del payaso. Llueven palomitas y pompas de jabón. Un redoble nervioso de tambores brilla en la oscuridad: “…ahora…”, titubea el presentador... Nada, sólo grita el silencio.

© Xavier Blanco 2011.
Tomado del blog Caleidoscopio

Fachadas - Flor Marina Yánez


Ella lucía perfecta: bella de formas, inteligente sin petulancia, compañera entusiasta, hábil en la cama y en la cocina. Hasta ese día en el que lo invitó a aquella cena en familia. No pudo entrar. La dejó ahí mismo, frente a la ventana de la fachada colonial de tímida presencia que pretendía camuflar, a los ojos del transeúnte, las demoliciones internas y los engañosos interiores modernos. “Las personas son como sus casas” le había dicho su abuela. Y ésta nunca le mintió.

Avances científicos - Nicolás Ferraiolo


—¡Ah, cómo adoro la lectura!, libros, revistas, reseñas, ahora me estoy encariñando con el diario, como verás, mi amor.
—¡Qué bueno, cariño! —Ella seguía planchando.
—¡Qué sorpresa!, dicen que acaba de salir el DSM CCVII, que hay nuevas patologías mentales, que el catálogo es un "excelente avance científico". Alguien llama a la puerta mi amor, y no me puedo concentrar, ¡tengo tanto para leer, estoy tan apasionado!, atendelo, por favor.
—¿Sí, qué necesitan? Ah, bueno, ¡cariño!, unos señores de guardapolvo están preguntándome por "el lector".
—¿Qué querrán?

Nicolás Ferraiolo

lunes, 19 de marzo de 2012

Ella estaba hecha de palabras - Flor Marina Yáñez


Ella estaba hecha de palabras: ojos de luz, corazón de lluvia, pies de insomnios, frente de surcos, manos de mariposa, vientre de luna. En días nublados solía echarse en la estancia y para matar el tiempo, jugaba a re-crearse: corazón de luz, ojos de lluvia, frente de insomnios, pies de surcos, manos de luna, vientre de mariposa. O bien, ojos de insomnios, corazón de luna, pies de mariposa, frente de luz, manos de surcos, vientre de lluvia; o bien...

Solución - Jesús Ademir Morales Rojas


Poirot nunca se había enfrentado a un caso así. En la estación espacial, ahora desolada, las cosas flotaban en una lenta vorágine. Entre este desorden, los cuerpos de los astronautas deambulaban errabundos, como ahogados en un mar invisible. Alguien había cometido un crimen perfecto: al desactivar los sistemas estabilizadores de la estación espacial, había acabado con todos en un golpe maestro. Sin embargo, el enigma se percibía a todas luces; ¿cómo había escapado el asesino de su propia trampa? Luego de efectuar un complejo ejercicio deductivo, Poirot, con matemática exactitud, dio por fin con el culpable. Lo puso a buen recaudo. La computadora de la nave, Poirot, triunfalmente, se auto-desconectó.

Liberación femenina - Fernando Andrés Puga


—¡Vieja!— vociferó desde la mesa del comedor—. ¡Las papas queman!
Ella resopló por enésima vez en la cocina y sin pensarlo replicó, gritando aún más alto:
—¡Y esperá que se enfríen, pelotudo!
A continuación, las paredes empezaron a sacudirse, una gran grieta partió los gastados mosaicos del piso y la antigua araña de doce lámparas se balanceó con fuerza hasta caer sobre el viejo. Nada irreparable le hubiera pasado de no ser por esas papas que, atrapadas en su garganta, le impidieron respirar hasta asfixiarlo.
En la televisión que tenía siempre encendida frente a sí, se informaba de un violento terremoto sin precedentes que causó estragos en la ciudad. Aún se desconoce el origen del sismo, añadió el comentarista.

sábado, 17 de marzo de 2012

El gusano - Andrea González


Se arrastraba por el pasillo dejando un rastro de tierra y mocos. Gruñía. Su cuerpo espumoso se estiraba y se contraía. Volvía a gruñir. Sus pequeños y ciegos ojitos se movían sin parar. En aquellos años aún era yo una niña curiosa, y se me ocurrió acercarme y tocarlo. Exhalando su pegajoso hedor y envolviéndolo todo con él, me engulló. Aún sigo atrapada en esta materia blanda. Puedo atravesarla con mis manos y tomar algunas cosas, como hojas y plumas, pero no puedo salir.

Ansia - Rita Vicencio


La humedad de su dolor escurría lentamente, acariciando su piel mientras la teñía de escarlata, y yo observaba atento, tratando de eternizar ese momento, de ser partícipe de esa agonía. No había forma de calmar mi ansia, de apartar mi estática mirada de la delirante escena. Deseaba capturar y eternizar en mis pupilas la belleza de esa imagen. De haber contado aún con una cámara seguro que habría grabado cada segundo que duró, antes de que llegara la policía a detenerme. Pero, claro, ¿cómo podría haberle causado semejante daño si no hubiera tenido mi Canon a mano para destrozarle la cabeza?

Tomado del blog: Con sabor a ajenjo

jueves, 15 de marzo de 2012

Algo parecido a la venganza – Sergio Gaut vel Hartman


El tipo, como un mago perverso, hizo desaparecer a treinta mil, como si nada. No lo hizo solo, claro, otros lo ayudaron; pero esta noche, miles de días después, cuando esos mismos, que no están muertos, pero tampoco vivos, le cierran el paso en una plaza cualquiera, o en un escenario de un teatro de mala muerte, en una localidad de los suburbios, comprende que el círculo se ha cerrado por completo y que no existe en todo el universo una fuerza capaz de evitar que todos caigan sobre él como una nube que lo asfixia y lo comprime hasta convertirlo en una arrugada pasa de uva.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

Tango feroz - Guillermo Rossini



Mientras bailaban el vals, una mosca salió de la letrina, voló sobre el sendero y se posó en el fideo que colgaba del labio inferior de Rodolfo. Mirta vomitó sobre la solapa de su socio y la vasta pista de baile quedó sumida en un profundo silencio. Él se alejó cabizbajo disimulando el temblor de su mano derecha y reprimiendo las ganas de darle una patada al perro que saltaba ladrando a su alrededor. Se acarició el peinado a la gomina y por fin se sentó al lado del asador. 
—¿Quiere un chorizo? —le preguntó—. Basta que me lo pida y se lo pongo entre dos panes.
Una nube en el cerebro lo llevó a cometer el crimen. Tiró al viejo sobre la hierba, le metió un clavel en la boca, le arrancó una uña y se la clavó en el corazón.

martes, 13 de marzo de 2012

Prueba de fuego - Víctor Lorenzo Cinca


Esta vez no erraré el tiro, me digo mientras apunto a este civil inocente, al que ni siquiera han dejado fumar un último cigarrillo. El capitán sospecha que disparo al suelo, que no me atrevo a matar a mis enemigos, y para comprobarlo me ha despertado antes del alba y me ha ordenado asesinar a este pobre joven. No puedo fallar porque de lo contrario podría acusarme de traición y mandarme fusilar.
Cuando grita fuego, desvío la pistola hacia el capitán y vacío el cargador. Uno menos. Mientras arrojo la pistola al chico y le ordeno que huya, voy buscando una piedra con la que golpearme.

Tomado de Realidades para Lelos

La sirena quimérica - Jesús Ademir Morales Rojas


Incapaz de olvidar a Odiseo, Penélope acudió a Dédalo, para que le forjase un traje de recuerdos. Con cada objeto que le ayudaba a evocar al rey errabundo, la nostálgica se fue cubriendo de una armadura increíble: conchas marinas, trozos de espadas, redes de pesca, pieles y oro. Y así pudo Penélope soportar de mejor modo la espera ardorosa. Cuando el viajero volvió por fin, y deseo tomar en sus brazos a su anhelada consorte, fue retirando los elementos de esa sorprendente cubierta. Al final no halló nada allí, pero el suspiro anhelante que broto de sus labios, le supo tanto a ella- canto de sirena consciente de su propio imposible- que nunca más dejo de estar en él.

domingo, 11 de marzo de 2012

Ley cero - Tanya Tynjälä


Recibir el premio Nobel solo agudizó su esquizofrenia.
Esa misma noche le confesó a Ajeeb (el único capaz de escucharlo sin juzgar) que vivir le hacía daño y se puso a llorar como un niño. Ajeeb no lo abrazó, pues pensó que su cuerpo de acero solo le causaría más frío al ya estremecido Genio.
La autopsia rezaba: “muerte por sobredosis de benzodiazepinum bio modificado”. Ajeeb se encargaba de administrárselo todas las noches. Era lo único que lograba mitigar el insomnio crónico del que sufría el Genio.
Cuando la fuerza del orden lo interrogó, Ajeeb solo dijo, lanzándoles su inexpresiva mirada y con esa voz calma y monótona que lo caracterizaba:
—¿Acaso no se matan a los caballos?

viernes, 9 de marzo de 2012

Tomando precauciones – Sergio Gaut vel Hartman




—¡Mamá!, papá está raro.
—¡Ay, hijita! Estoy ocupada, cocinando. ¿Qué le pasa a tu papá?
—No sé la palabra, como que brilla, forfo… sofo…
—¿Fosforece?
—¡Eso! Brilla verde.
—¡No te puedo creer, justo hoy que tengo reunión en el Club de Pasteleras!
—¿Vas a descartarlo?
—¿Qué otro remedio? Está contaminado. ¡No lo toques! Mientras termino de batir los huevos podrías rociarlo con el sellador y llamar a la planta para que nos manden el clon JAB-05.
—¡Voy a tener papá nuevo, voy a tener papá nuevo!

Sobre el autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Mulitas de alta velocidad – Héctor Ranea


Al Charo Figuerencio no le gana nadie en velocidad. Cocinero en jefe de las gamelas de los carboníferos, era capaz de cocinar mulitas en simultáneo mejor que un maestro de ajedrez derrotaba adversarios. Así que cuando pusieran ese deporte en la tele, razonaban todos, el Charo se hacía famoso, recontrafamoso.

Acerca del autor

El valor de un cobarde - Luisa Hurtado González


Encontró su nota de despedida sobre la mesa de la cocina, por la tarde, al volver del trabajo. Tras leerla, se dejó caer sobre una silla y supuso que iba a ponerse a llorar pero... ¿por qué hacerlo?, ¿por un matrimonio muerto hace años? “Él sólo ha tenido el valor de acabar con esto”, se dijo, y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, porque ella se había pasado doce años diciendo que era un calzonazos y ahora era mentira.

Acerca de la autora

Pesadilla de un apicultor - Cristian Mitelman


Sé de un hombre que trabajó toda su vida con abejas. A lo largo de los años recibió cientos de picaduras. El médico le dijo que la toxina de una abeja no puede provocar daños, pero que la sumatoria de tantos aguijones hace que uno de ellos resulte fatal, puesto que existe un límite que el cuerpo tolera para recibir el veneno.
Todas las mañanas mi amigo sale a trabajar con una angustia que tal vez lo derrote mucho antes. En cada abeja (pequeña chispa dorada del universo) ve a su posible asesina.

El hilo musical - Paloma Hidalgo



Todos apretujados en aquel enorme congelador que era la casa de los abuelos nos peleábamos, como cada noche, por la ventana. Ya eran las nueve y ellas pronto se irían a dormir. Ver sus siluetas a través de las cortinas mientras se ponían el pijama, era lo único que conseguía caldear el ambiente en aquella habitación que compartíamos todos los primos, y  la causa directa del insomnio que nos mantenía charlando hasta las tantas, y no los inhumanos ronquidos del abuelo, que escuchábamos de fondo como un hilo musical distorsionado y lejano.

Acerca de la autora

El hombre lobo - René Avilés Fabila



Damas y caballeros: están a punto de presenciar una de las más asombrosa metamorfosis: este terrible y feroz lobo, de aspecto innoble y aterrador, mediante efectos especiales que hemos conseguido llevar a cabo (en unos minutos parecerá que estamos en plena noche de luna), se transformará en un lastimoso e indefenso ser humano.

Acerca del autor

miércoles, 7 de marzo de 2012

Fuego final - Jesús Ademir Morales Rojas


La estación solar se consumía y agitaba, pequeña concha de cristal, a la deriva en un mar de brillos. Cuando el sol comenzó su muerte —refulgiendo con una intensidad que devoró a todos los planetas del sistema solar— La Tierra, nuestro mundo, se desvaneció, como una burbuja al contacto con la brisa. Entonces, tú y yo, los últimos seres humanos, ya puestos nuestros trajes espaciales, un último abrazo —con fervor, dibujando nuestros enteros cuerpos, a fuerza de despedidas—, dejamos la estación solar y nos arrojamos a las olas ígneas.

Jesús Ademir Morales Rojas

Ilustración: René Magritte: "La vida real"

Efecto dominó – Sergio Gaut vel Hartman


Mercedes Benz conoció a Chrysler una tarde de primavera de 2012. Y viceversa. Ella nunca antes había derrapado y él no estaba acostumbrado a chocar de frente. El resultado de la colisión fue una catástrofe de proporciones inimaginables; “efecto dominó”, lo llaman algunos. El mismo día, a la misma hora, se suicidó Fritz Volkswagen, Vincenzo Ferrari se perdió en las laberínticas curvas de la demencia y el general Motors se convenció a sí mismo de que era hora de apretar el botón rojo y lanzar los misiles.

Sergio Gaut vel Hartman

Ilustración: Umberto Boccioni "Automóvil a la carrera" (Fragmento)

Dilema del escritor – Héctor Ranea


En el bar del pueblo, el escritor saltó de su silla exclamando exultante:
—¡Encontré un tema redondo para mi novela! Ahora tengo que encontrar un abogado que me saque de los líos en los que voy a meterme.
Cayó sentado, la silla crujió. Volvió a sumirse en su tremenda angustia.

Héctor Ranea

Ilustración: Giorgio de Chirico "La incertidumbre del poeta"

Indivisible - Rafael Blanco Vázquez


Quisiera escribir la gran novela hacia la cual mi ser no me conduce.
Si preferirías decirme lo que te molesta, ¿por qué siempre te encierras en el mutismo?
La masturbación le impedía intentarlo con ella, que trabajaba demasiado para intentarlo con él.
Seríamos mejores si ser mejores no fuera una entelequia.
Escucharíais, mas ninguna voz tiene la fuerza de la voz interior.
Se habrían separado, pero les dio tanto miedo que tuvieron un hijo.

Rafael Blanco Vázquez

Ilustración: Vladimir Kush "Siempre juntos"

Números redondos - Francisco Avendaño


No hay violentas flores negras, sólo lentos ascensores. Desde este punto de caos partimos para ser hoy calma derramada. El poeta se suponía entre lentas flores y trató de descoser su mundo con un par de palabras desafiladas.
No hay gaviotas, ni abiertos horizontes, sólo esta sensatez de barro que nos cubre todos los contratos. Quisiéramos algo más: caminos sin plazo fijo, abrazos que no multipliquen, papeles sin gastadas oraciones. Pero al cabo de un día somos una cucaracha herida que no le teme a tu zapato. Es todo lo que se debe repartir, la inútil paciencia de los resignados.
Pienso en estas cosas mientras miro un papel con un número en la silla de un banco.

Tomado del blog de autores santiagueños En Los Esteros

Ilustración: Brigitte Scenczi "Pensamiento"

lunes, 5 de marzo de 2012

Gracias por pasar - Laura Ramírez Vides


Anoche nos encontramos en la puerta de tu casa delante del viejo portón de entrada.
Pensé: no estás tan mal como me dijeron ni como imaginé. ¡Tenés pelo y canoso! No estás gordo ni flaco, se te ve bien… aunque con una tonalidad extraña que empaña tu cara.
Me regalaste una mirada dulcemente triste o tristemente dulce; no sé.
Me diste un gran y cariñoso abrazo.
Me desperté con tu sonrisa mirándome.

Laura Ramírez Vides
Tomado de El patio de la morocha

Valentina - Daniel Sánchez Bonet


Se acostó por primera vez con ella en su nuevo piso. Él dice que fue un flechazo, una obra del destino. Ella, que nada más verlo supo que él era el hombre de su vida. Una vez dentro, él explicó que todo sucedió cómo si se hubieran conocido de siempre. Ella, que nunca le había pasado nada igual. Ya en la cama, entre las sábanas, él sintió que ella era la cosa más bonita que jamás había visto en su vida. Ella, que fue como una primera vez.
Al día siguiente, él conoció a Valentina.
Se acostó por primera vez con ella en su nuevo piso. Él dice que…

Tomado del blog Microrrelatos a peso

No sé decir que no - Alejandro Bentivoglio


No soy el sirviente de la ventana, me digo. No me dejaré engañar por esa tentación de cortinas y vidrios. No accederé a su imperiosa necesidad de recortar el sol con sus bordes. De ninguna manera la dejará abierta toda la noche, soy un hombre que tiene frío. Ella debe saberlo.

Pero ¿cómo decírselo ahora que mueve tan seductoramente se picaporte hacia mí mientras va subiéndose centímetro a centímetro la persiana?

Alejandro Bentivoglio
Tomado del blog: Memorias del Dakota

Lenguajes - Jesús Ademir Morales Rojas


K deambula por el Castillo, confundido y desorientado. Se acerca a un guardia a preguntar por la oficina de los trámites. Pero el guardia le responde en un lenguaje desconocido. K desesperado, intenta hacerse entender gesticulando con el rostro y agitando las manos. El guardia parece sorprendido. Pero luego asiente y busca que K lo acompañe. El joven le sigue. Está satisfecho de finalmente haberse hecho entender. El guardia conduce a K a un cuarto. Oscuro, silencioso. K se consterna. Allí varios guardias le derriban. Le someten. Poco antes de ser ejecutado, K les maldice. Los verdugos sonríen, como si comprendieran.

Jesús Ademir Morales Rojas

sábado, 3 de marzo de 2012

El amor de Dylan - Mario Cesar Lamique


A nadie en el pueblo le pareció extraño que Dylan se enamorara de una notebook .
No hubo quien dijera algo cuando se fueron a vivir juntos.
Ningún comentario mereció el hecho de que se casaran solamente por civil.
Les regalaron una batería de cocina de 12 piezas con 6 ollas de acero inoxidable para la feliz pareja, a Dylan una batería Drum-Fire de 5 piezas porque le gustaba el rock y a la flamante esposa le regalaron una batería de 8 celdas con una duración de 3 horas aún usando WIFI.
Mucha suerte!!!
Que la pasen bien!!!
Ojo con lo que hacen, ehh.
Y muchas y cosas más, les dijeron antes de su partida hacia la luna de miel.
Pero, eso sí, en el pueblo, nunca le perdonaron a Dylan que la cambiara por otra notebook, varios modelos más joven.

Darwinismo social – Sergio Gaut vel Hartman


Construyeron mil ciento diecinueve edificios de doscientos diecinueve pisos cada uno. En cada edificio hay dos mil cuatrocientas diecinueve unidades funcionales aptas para albergar a doce mil ciento diecinueve personas cada una, lo que hace un total de trece millones quinientas sesenta y un mil ciento sesenta y una personas. Pueden habitarlos con solo solicitarlo. Es un obsequio del gobierno, les dicen, y la gente acepta encantada. Al tercer día se corta la luz de todos los edificios y el noventa y dos por ciento de los trece millones y pico muere descendiendo las escaleras. El ministro de planeamiento y demografía recibe una felicitación del presidente por el éxito de su plan de control poblacional.

jueves, 1 de marzo de 2012

Blanco interno - Cristian Cano


Ando buscando las palabras que me alejen de las palabras. Necesito encontrar las frases que disfracen, aunque sea, ante mi ignorancia; quiero los párrafos sin punto y aparte, sin sangría ni nada que los diga ¿Dónde están los realismos mágicos sin magia? ¿Cuáles son los barrocos sin floreos, sin dulzonas ideas tácitas? ¿Cómo encontrar el libro negro de escritura blanca? ¿Cuándo se termina ésta tinta?
Se puede morir, ahogado, en el océano salvaje de las palabras, que no dejan arrugas en las arenas de la imperfección de donde nacimos; rítmica ola impaciente que ve mi cara en el espejo, de noche, de tarde, de todo.
Busco el movimiento sincero que deje caer en el suelo, con sonoros trinos, las palabras que llevo pegadas en el cuerpo, en el átomo de la conciencia y en las manchas de la tinta.

Liviano - Fernando Puga


Al flaco

Luis decide por fin que es hora de partir. Apoya la guitarra en el umbral; ya no la necesita. Se quita la ropa, los anteojos, los rulos, la cadenita… hasta la voz deja. Abandona todo, o casi. No puede borrar el duende tatuado en su hombro izquierdo. Fermín lo acompaña desde que dio el primer paso y será la contraseña para entrar en la vida cuando dé el último, el que acaba de dar mientras los niños lo saludamos con mensajes escritos en el cielo.

De vacaciones – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Controlaste todo? ¿El carnet de conducir, los papeles del seguro, el matafuegos, el botiquín de primeros auxilios?
—Todo.
—¿Estás segura? ¿Qué contiene el botiquín?
—Tijera, vendas, cinta adhesiva, gasa, algodón, agua oxigenada, desinfectante, alcohol en gel, máscara de oxígeno, bandas adhesivas, un pote de árnica…
—¿Eso es todo?
—No. Hay bloqueador solar, guantes descartables, hisopos, jarabe para la tos, protector hepático, aspirinas, descongestivo nasal y colirio.
—¿Nada más? ¿Kirililina para mis juchos, sandolar por si acaso me agufo, livilium en cápsulas en previsión de un ferilone, casarelos de verilo? No hay caso: quince años viviendo con un marciano y seguís sin tener en cuenta que mi morfología no es como la tuya.