viernes, 20 de abril de 2012

Musa - Arlette Luévano


Sucede que tus dedos van de una tecla a otra, que tu vista no está precisamente sobre la pantalla revisando las palabras que vas ordenando, si no en tu propio reflejo, en la mueca triste que reconoces mejor ahí que en cualquier retrato. Que tu cuerpo se mantiene en suspensión, dormita, se olvida a sí mismo. Cuando el cansancio llega, tus dedos fríos siguen trabajando.
Yo miro tus uñas chatas, las arrugas que la sequedad provoca, el color azulado de tu piel que resalta las huellas magenta de alguna herida por la que no te ocupaste. Los lunares que se te han ido borrando.
Te estiras como un gato sobre tu asiento y la máquina. Tu cuento comenzó con una línea que ya no recuerdas, jamás sabrás lo que te estoy dictando. Tú me llamaste. Yo acudí a ti antes de que te dieras cuenta.

Ilustración: Michael Parkes

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