martes, 19 de junio de 2012

La mosca - Diana Sánchez



Tarquino El Soberbio se presentó en el foro de la antigua Roma para leer sus leyes. El pueblo lo esperaba enardecido. Apenas comenzó, una mosca se posó sobre su mano. El intentó matarla.
Pero la mosca voló hasta su pecho. La muchedumbre, antes atenta al discurso, estaba ahora perpleja por las palmadas que El Soberbio pegaba sin respiro al centro de su túnica. La mosca logró escapar y posarse en su frente. Ahora, los manotazos desaforados del emperador apuntaban a la cara. Por fin, un súbdito divisó a la mosca. Entonces, exaltando al pueblo, gritó: ¡Hay que deshacerse de ella! ¡Protejamos a Tarquino! Y el pueblo, entusiasmado, echó sobre él centenares de uvas y de flores con la intención de aplastar a la mosca. El otrora aclamado séptimo y último rey de Roma, murió de asfixia.
En los funerales, encabezando el cortejo, serena, impávida, pequeña como un micrón, revoloteaba la mosca.

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