martes, 30 de julio de 2013

Lo importante es la música – Héctor Ranea


—Lo que sí quiero es poder viajar en un bondi, un ómnibus, color verde, como el que me llevaba a la escuela, ¿sabe? Eso me gustaría. No sé por qué. No era tan niño, era adolescente. Pero me gustaría viajar así. Un bondi verde. —(Pausa)—. Necesito un par de botellas. Vino, claro. Tequila o ron. ¿Tiene vodka zubróvka? Bueno, póngale que sean cuatro o cinco botellas, ya que agua no quiero. Y debería pensar en comida. Aunque digan que no hace falta. Me veo también en bicicleta. Tal vez pueda combinar, un poco en bici, otro poco en bondi. ¿Se podrá?
—No hay problema —dijo la doncella de cara de hierro—. Con música de Satie, si quiere.
—Me encantaría. Amo a Satie —dije.

Acerca del autor:


Reacción en cadena - Isabel María González


Después de varios días caminando a trompicones, se detuvo. Ese ritmo frenético y constante, ese círculo vicioso inacabable, un día y otro día, habían acabado con sus fuerzas. Sabía muy bien lo que eso significaba para sus seguidores que dependían de su ritmo acelerado y de su fuerza para seguir existiendo: se rendirían también. Esa sensación de ser imprescindible le había agobiado toda su vida, demasiada responsabilidad.
¡Se acabó! pensó, abatido, el segundero viendo con impotencia cómo, inevitablemente, se paraban también las otras manecillas.

Sobre la autora: Isabel María González

Quiromancia - Miguel Díaz Mirón y Keusch



Le advierto que llevo prisa, pero dejaré que lea la palma de mi mano con la condición de que después me permita leer la suya", le dije cortésmente a la gitana. Fiel al pacto que acordamos, aún conservo su mano en la nevera en espera de una lectura consagrada, profunda.

Miguel Diaz Miron y Keusch

martes, 23 de julio de 2013

Fusión alternativa – Sergio Gaut vel Hartman


—Mambrú se fue a la guerra, chiribín, chiribín, chinchín; Mambrú se fue a la guerra y no sé cuando vendrá —canturreaba la Farolera, novia de Mambrú. Pero pasados diecinueve años, harta de esperar su regreso, salió a buscarlo por los campos de batalla, con tan poca fortuna que tropezó apenas hubo salido de su casa, se cayó en la calle, se levantó a duras penas y siguió caminando. Al pasar por un cuartel se enamoró de un coronel que había actuado en la represión ilegal, y aunque ella no lo sabía fue el que torturó a Mambrú hasta matarlo. Porque lo cierto es que Mambrú no se había ido a ninguna guerra convencional sino a pelear en el Ejército Revolucionario del Pueblo y no lo hizo porque sus ideales políticos lo hubieran impulsado sino porque estaba harto de la Farolera y no sabía cómo sacársela de encima.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Permiso Señor León – Mempo Giardinelli


Sueño con el siguiente título para una novela: “Permiso Señor León”. Me parece un hallazgo, un titulazo, pero me enfrento al problema de dotarla de contenido. Estoy en un tren y afuera llueve, es de noche y las luces pasan velozmente, como luciérnagas taradas. Decido que la novela tratará sobre la selva urbana, la jungla de cemento que son las ciudades modernas y otros lugares comunes como la inhumanidad de las
tecnologías. Planeo una pareja luchando para sobrevivir contra el desatino y la violencia. Enseguida me doy cuenta de que estoy inventando un plomazo y el tren, por fortuna, está entrando a la Gare du Nord, en París y 1928. Abandono esa idea de novela, felizmente, y en la plataforma me abrazo a Valéry: “Para un poeta no se trata nunca de decir llueve, sino de crear la lluvia”, me dice. Despierto aliviado.

Acerca del autor:

Mempo Giardinelli

La metamorfosis - Anna Rossell Ibern


Cuando Gregor Samsa despertó aquella mañana, sumido aún en el aturdimiento de una más de sus inquietantes pesadillas nocturnas, se sintió horriblemente transformado. No, no es posible pensó—. ¡Otra vez no! Se había acostado boca arriba, reclinado sobre el caparazón, e hizo ademán de incorporarse rápidamente para cubrir la desnudez de su cuerpo. A toda velocidad atravesó el pasillo que separaba la habitación de la sala de estar, donde la familia atendía a sus huéspedes. En el sillón nunca faltaba la manta doblada con la que el padre se cubría las rodillas por la noche. Le extrañó la lentitud con que se movían sus piernas a pesar de la velocidad a la que corría y suspiró por fin, profundamente aliviado, cuando al llegar junto al sofá la luna del espejo le devolvió su habitual imagen de insecto.

Sobre la autora: Anna Rossell

Colmillos - Alejandro Bentivoglio


Colmillos

El agujero en la pared se agrandó en los últimos días. Sospecho la inevitable presencia de invasores. Soldados saliendo con sus fusiles por la noche. Seres mutantes agazapados listos para saltar sobre mí. Pero a los pocos días, por el agujero emerge un caracol. Me tranquilizo y pienso que fui un tonto al preocuparme tanto. Quizás los gruesos dientes que le asoman en su pequeña boca sean el único detalle fuera de lugar.

 Tomado del blog: Memorias del Dakota

Sobre el autor:
Alejandro Bentivoglio


Tiempos psimodernos - Federico Aldunate


Existen dos estados marcados y separados en la mente, el sentir y el percibir que se siente. Este es un mundo dividido donde se encuentran los originales que sienten y perciben que sienten, los que no sienten pero perciben que no sienten, y el caso nulo. Ahora que decir sobre los misteriosos seres que sienten pero no perciben que sienten, eso sí es raro, no sé si son humanos, no sé qué mierda son, pensó, y aunque imaginó que alguien le apoyaba la mano en el hombro y le bromeaba: “Se llaman exnovias, amigo”. Eso no ocurrió; por el contrario, resonó una voz haciendo eco en su cabeza:
—Se van aclarando las cosas ¿no? Fobia a la falta de serotonina. Como va la industria farmacéutica no me extraña, después del exabrupto del vodka anticonceptivo y los cargamentos contaminados de las drogas psiónicas, ni hablar…

Acerca del autor:
Federico Miguel Aldunate

domingo, 21 de julio de 2013

Principios mecánicos - Olga Appiani de Linares


Van. Vienen. Suben. Bajan. Corren, corren, corren. Acción, pura acción. Mecánica, sin sentido aparente. Pienso. ¿En qué? En progresiones infinitas de movimiento. Andenes. Hormigueros. Shoppings. En Mar del Plata (verano a pleno). En horas pico. En Florida a toda hora. Atestada, plurilingüe, sospechosa, turística. Extranjeros e inmigrantes. Los que se van. Los que se quedan. Con su música, su acento, su distancia. Artesanos, policías, mendicantes, oficinistas. Arbolitos y yuppies. Gritos, voces, órdenes, súplicas. La calle, olla a presión donde se cuece todo. A fuego lento. El calor acelerando el movimiento. Átomos que van, que vienen. Acción. Pura acción. Sin sentido. Y la explosión. Cociéndose. A fuego lento…

Acerca de la autora:

De rodaballos, rombos y halibutes – Héctor Ranea


El profesor Maicieno estaba disertando sobre las virtudes de los halibutes cuando en la pecera irrumpió uno, rompiendo un lateral vidriado con su masa de 200 kilos.
Al terminar abruptamente la cuestión, Maicieno, milagrosamente vivo, dijo:
—Esto zanja las diferencias entre los rombos y los halibutes.
Dicho esto, cien rodaballos entraron en escena y desnudaron a los varones presentes.
—¡Ha llegado la hora de la mujer! —gritaron a coro, señalando sus miembros viriles desfallecidos.
—Y esto —comentó el profesor— zanja la disputa entre halibutes y rodaballos.
Con esto culmino la conferencia.

Acerca del autor:

El enojo de los gorriones - Cristian Cano


Un éter incansable, ingobernable, que se desliza colándose por entremedio de los cajones y la ropa, evidencia el ataque. Ahí, donde nadie quiere estar porque todo cambia irremediable, queda un recuerdo potente que esteriliza. Los gorriones no nos quieren matar con su melancolía, pero están enojados porque los hacemos a un lado. Por favor, no los abandonemos. Ellos se pelean en la tierra con la ferocidad de los leones para demostrar que no nos van a fallar y que son útiles porque son un poco soldados. El gorrión te mira y te busca desde que eras un pibe, acordate. Recordalo: parado siempre en el alambrado, sin miedo, esperando que lo quieras. Quereme, que tengo pelito de gorrión, saltito de la india, el valor de los leones y las ganas de evitar la muerte.

Acerca del autor:
Cristian Cano

Un largo pasillo hasta el otro lado de la calle - Raquel Sequeiro


Hay una diferencia entre la melancolía y la latente depresión del muerto que atisba la casa contraria y se ennoblece mirando cuanto hay al otro lado de la calle llenándose la vista de ojos, de coches, de árboles, de farolas, de habladurías, de susurros, de soles, de lunas, de parques, de hondonadas, de valles… Le llegaba la vista tan lejos que creyó por un momento que era Dios, luego se sostuvo la mirada frente al espejo. Su hija Cati le explicó en un susurro que las nuevas gafas eran mágicas. Ernesto se quedó boquiabierto, con la baba colgándole del labio inferior; pasaron un par de coches. Ernesto aún vivió doscientos años más; ahora soy yo la que lleva las gafas.

Acerca de la autora:
Raquel Sequeiro

Antes del vacío - Fernando Puga


Antes del vacío

—Abre tu mente— dijo el gurú con las manos apoyadas sobre mi cabeza y los ojos entornados como quien busca bajo los párpados la cara de Dios, cuando fui en busca de ayuda para desbloquearme.
Resultó. Desde entonces las águilas no dejan de hurgar en mi cerebro confundiéndolo con el hígado de Prometeo y desgarran el lóbulo donde se asientan las musas que nutrían al poeta que habita en mi voz.
Temo que no podré volver a juntar los parietales.

Sobre el autor: Fernando Puga

El santuario - Jesús Ademir Morales Rojas


Asimo por fin logró detener la fuga de radiación de la planta de Fukushima. Y cuando salio del lugar en ruinas, fue levantado en hombros por la muchedumbre. Pero la satisfacción del androide pronto se hizo añicos—literalmente—bajo las garras de los venerantes. Lo arrojaron al mar gelatinoso en donde fue devastado por ciegos engendros. Nadie volvería a tocar el templo sagrado. El sol verdoso parpadeó por un momento.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

viernes, 19 de julio de 2013

Una inoportuna fobia - Luisa Hurtado González


Nunca fue un obstáculo para mi trabajo de astronauta esta fobia a las arañas que ya tenía olvidada, nunca hasta llegar hasta aquí, a este planeta habitado.
No recuerdo muy bien qué ocurrió. Aparecieron ante mis ojos correteando, perdí los nervios y mis ojos se nublaron. Ahora dicen que solamente yo seré el responsable, el culpable de la desaparición de la raza humana en justa venganza por las bajas que he causado en sus filas.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

La búsqueda – Héctor Ranea


—¡Conde Vladimiro! ¿Qué está Usted haciendo?
—Nada de lo que podría Usted quejarse, señorita Shviripitoba. Se lo aseguro.
—Pero me está ronroneando al oído mientras su mano se ha metido en mi escote. ¡Pardiez!
—La física teórica me compele, Olga Natalia.
—¿Y por qué, en lugar de explicármela, tiene estas actitudes sospechosas de ser libidinosas?
—No tengo tiempo que perder.
—Para entender el tiempo no se pierde, Conde.
—Es que busco el agujero de gusano que toda estrella lleva internamente, Olga Natalia. Un reciente hallazgo de la astrofísica. Podríamos descubrir nuevos mundos, ser eternos, ya que Usted es una estrella. ¡Imagínese! ¡Usted y yo, eternos!
—Para eso sólo conozco un camino, Conde Vladimiro.
La bella estrellita de la televisión, inclinó sus dulces labios apoyándolos en el cuello del Conde y en un periquete le succionó tanta sangre, que un leve bulto se perfiló en su delicado estómago de modelo.

Sobre el autor: Héctor Ranea

jueves, 18 de julio de 2013

Escritura nocturna - Mónica Ortelli


Sabes que no debes molestarla, que es mejor cantarle nanas. Aún así, de tanto en tanto una pulsión aparece y aunque lo intentas no logras contenerte. En esas ocasiones, en vez de decir: "Hola, ¿qué tal? ¿Así que eres mi Medusa?", te convences de que alguien usurpó tu cabeza y que lo oscuro y tenebroso que has plasmado no te pertenece.
—¿Ahí es donde aparezco yo?
—Exactamente, personaje. Exactamente.

Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Sobre la autora: Mónica Ortelli

domingo, 14 de julio de 2013

Incendiario - Alex Espinosa


Para Juan su casa era un infierno. Por eso decidió incendiarla un día. Roció gasolina sobre los objetos inflamables y prendió una cerilla no sin antes poner un pie fuera. No avisó. Miró cómo se incendiaba y luego, cuando el fuego se hubo consumido y el humo difuminado, volvió a entrar. Entre escombros se sentó y miró los restos del lugar. Estaba cómodo, contento.
Repentinamente, el teléfono comenzó a sonar. Juan se alarmó pues pensaba que la línea telefónica también se había quemado. Contestó el aparato destruido y escuchó los gritos. Colgó inmediatamente.
El teléfono sonó nuevamente.
Juan lo ignoró, estaba cómodo, no quería ser molestado. Sudó. El teléfono repiqueteaba. Lo azotó contra la pared hasta destruirlo. El ring-ring continuaba. Cortó el cable en mil pedazos. Siguió sonando. Se sentó, suspiró. 
—Debí dejar que mis padres salieran —se dijo—; debí avisarles antes de incendiar la casa

Telar de sueños – Ana Caliyuri


Cada uno cincela el día a la medida de su alma, en el fragor de sus convicciones, empujado a la mar con o sin ancla a la vista. Cada uno delinea los anhelos con la forma abstracta de la corriente sanguínea; al fin y al cabo las llamas del arte son la fragancia que a cada esencia identifica. Hila tus “noes” y tus “síes” , deshilacha tus falsías, haz del pájaro y su vuelo tu propio infinito, o al menos intenta el vuelo aún con niebla húmeda en las pupilas, pero hila; el mundo necesita de un sueño despierto en manos de algún artista.

La autora: Ana Caliyuri

El puente - Alejandro Bentivoglio

El puente permitía que las dos ciudades se conectaran. Aunque nadie jamás quiso cruzarlo, los alcaldes de ambos pueblos hicieron lo imposible porque alguien fuera al otro lado. Se realizaron largas campañas publicitarias, se ofrecieron premios. Se pensó en llegar al uso de la fuerza, pero la policía no quiso intervenir. Se buscó el arbitrio de una tercera ciudad, pero fue inútil. No importaba cuántas buenas cosas se dijeran de una u otra ciudad, nadie quería ir. Finalmente, se decidió destruir el puente. Ahora, es posible ver a multitudes de pie a cada lado de las ruinas; expectantes.

 Tomado del blog:
 http://memoriasdeldakota.blogspot.com.ar/

 Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio

viernes, 12 de julio de 2013

La vida es sueño – Sergio Gaut vel Hartman




Soñé que encontraba un portafolios con un millón de dólares en su interior. Fue bueno mientras duró, pero el despertador sonó a las siete en punto. Mi mujer se había ido de casa la noche anterior y la amplia cama King Size parecía el desierto del Sahara. No, el desierto del Sahara no. Había un portafolios del lado que mi mujer había ocupado durante los últimos quince años. No podía ser cierto; yo jamás tuve premoniciones. Y los sueños son sueños; no voy a desmentir a Calderón de la Barca. Traté de abrir el portafolios presa de la mayor agitación. Mis dedos transpirados resbalaban sobre el cierre. Pero finalmente lo logré. En el interior del portafolios había un millón de dólares en cuentas a pagar.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Ese baile - Andrés Herrera




Inicias con tus voces. Una boca se abre y derrama pájaros sobre el suelo. Yo aquí sentado siento cómo todo final cabe en cualquier momento y de antes, nunca, siempre, después, de una cueva escapa niebla que invade un cuerpo; es tu mi su cuerpo, el cuerpo ése que andamos descubriendo. La llama que no se apagó después de la ceguera. Lo miramos. ¿Cómo chingados llegamos a esto?, pregunta un ave. Bailamos, sordos, sobre las plumas, en silencio.


Acerca del autor:  Andrés Herrera







miércoles, 10 de julio de 2013

El indeciso – Mónica Ortelli


Su mujer siempre le decía que por pensar demasiado las cosas, la mayoría de las veces, él tomaba decisiones equivocadas. Lo recordó cuando al cumplir la última voluntad de su esposa –tras mucho cavilar- finalmente arrojó sus cenizas en aquella playa alejada, y vio llegar la pala mecánica y el camión arenero.

Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Sobre la autora: Mónica Ortelli

El discípulo II - Héctor Luis Rivero López


Comenzó el día eufórico de amor y con un sentido pleno de libertad, a todo el que encontraba le decía un “te amo”. Las mujeres lo ignoraban recelosas y recibió puñetazos de los hombres. Solamente los niños, algunos homosexuales y los ancianos le devolvieron una sonrisa. Terminó el día encerrado en la cárcel municipal por estorbo a la paz y acoso sexual.

Tomado del blog SIN TON CON SON


Acerca del autor:

Burla al dolor - Luisa Hurtado González


Se despertó sobresaltada, cubierta de sudor y ahogando un grito. Poco después, giraba la cabeza hacia la izquierda; él se hacía el dormido, estaba con los ojos cerrados pero tenía en el rostro una sonrisa burlona, dañina, hiriente y ostentosa.
Estuviese dormida o despierta, él era su pesadilla.

Tomado del blog Microrrelatos al por mayor

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

lunes, 8 de julio de 2013

Game starts – Héctor Ranea


—¡No me dirás que no sabes qué fruta comiste! Por lo menos, dame las semillas.
—¿Qué es "semillas"? ¡Me comí todo!
—Ayudame a buscar de dónde lo sacaste.
—Estaba tirada en el piso.
—¿O sea que pudo venir de cualquier parte?
—Diría que sí.
Momento de pausa. Ninguno sabe qué hacer. El primero se sienta.
—¿Qué hacés ahora? ¿Qué haremos?
—Y. Vamos a tener que esperar a Godot.


El Autor: Héctor Ranea

sábado, 6 de julio de 2013

Buzo táctico – Héctor Ranea


Lo llamaban “El Entraña” porque les hacía llegar hasta el fondo la picana. Murieron casi todas las mujeres y todos los hombres a quienes se las aplicó. Y las pocas sobrevivientes quedaron estériles. Ahora es —dicen algunos― un anciano. Los compañeros del cuerpo le regalaron lo que siempre quiso, un buzo institucional, pues siempre quiso ser un buzo táctico, vivía sumergido. Tanto le gustó que no esperó a su enfermera y quiso probárselo, pero olvidó quitarse sus anteojos. Al entrar con la cabeza en el agujero, las patillas se clavaron en sus ojos. Del dolor, enfurecido, quiso sacarse la vestimenta pero se trababa en las patillas. Sin darse cuenta caminó hasta la escalera y cayó rompiéndose el cuello. ¡Gracias, Cortázar! ¡Te amamos, Julio!

Sobre el autor: Héctor Ranea

Visión - Jesús Ademir Morales Rojas


Trepé al castaño y observé sin pestañear: en un hueco del tronco, algo se movía, me miraba. Reconocí mi propio rostro, oculto. Abrió la boca. Me deslicé por ese conducto de humedad y ecos. Caí en un extraño páramo de arbustos torcidos. Caminé; lo dúctil de suelo me desagrado: era piel humana, el horizonte entero. Corrí hacía los arbustos. En cada uno, descubrí deformada, mi propia persona. Y en la luna, mi faz, inmensa, grotesca, espiándome. Un viento furioso: mi voz en alaridos. La luna acercó sus fauces a la tierra. Todo se estremeció en atroz agonía.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

Posiblemente... - Alejandro Ramírez Giraldo


Qué terrible clima está haciendo. Tengo la nariz estropeada de tanto estornudar y limpiarla. Debo estar enfermo. Llamo al doctor, a la funeraria y a mi abogado para corroborar que todo está bien si tengo que partir. Todo está bien, efectivamente. El mundo será igual sin mí.


Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo
Tomado del blog: http://minificciones.ning.com/

jueves, 4 de julio de 2013

Cambalache – Héctor Ranea



Me encontré al fantasma de una oruga mirándose en un espejo con agujero negro creyendo que era un conejo pascual adorado por niños hechos de cartón con dibujos de corazones y otras cosas, entre ellas, tréboles. La oruga comió un trébol pero le generó gases y explotó, llenando parte del agujero negro de melaza incongruente.
Un profesor de matemática que pasaba en el segundo posterior vio el espejo, le puso la mano en la cabeza al conejo y salió brincando sobre una biblia pensando en cierta niña a quien le gustaba mirarse en el espejo y verse como la reina de corazones, pero de corazones solitarios, como el disco de The Beatles que quedó tirado junto a una estufa para calentar el agua que un poeta argentino miraba, la ñata contra el vidrio, pensando en un buen baño caliente para después tomarse unos mates en la pensión.


El Autor: Héctor Ranea

Una palabra casi olvidada – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Qué es el tragacanto y por qué se importa de Persia? —pregunta, malicioso, el señor Gomina.
—¿Un pájaro que canta para dentro y para escucharlo hay que acercar la oreja a la panza? —Rogelio sabe que el tragacanto es una goma que se extrae del astrágalus, pero no piensa darle el gusto a su mentor, un viejo masoquista que se ha quedado calvo.
—¡Adónde vamos a ir con burros como tú, niño!
—¿A Persia? —proclama el estudiante—. Podríamos conseguir un fijador perfumado con el que usted podría peinarse con raya al medio, profesor.

Panegírico - William E. Fleming

El platillo volante se situó entre dos coches negros. De su interior, ante la expectación de las gentes que poblaban la extensión verde, coronadas de pequeñas piedras blancas; aparecieron dos figuras antropomorfas de exagerada cabeza. Mientras todos se asombraban del primer contacto, los dos seres entonaron una canción de despedida junto al lado de una fotografía de un personaje de pelo cano sonrisa benévola y gafas de carey.
Sobre el autor:

miércoles, 3 de julio de 2013

Negocios carnales – Sergio Gaut vel Hartman


—Estamos interesados en realizar una inversión importante en su planeta —dijo el alien—. Instalaríamos granjas de alta tecnología con el propósito de producir carnes exóticas para nuestra cadena de restaurantes Kozmos, que se extiende a lo largo, a lo ancho y a lo alto de la galaxia —agregó mientras literalmente se comía con sus cuatro pares de ojos a la rolliza empleada del Departamento de Inversiones Extraplanetarias.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Apariencia - José Luis Velarde


A primera vista el honor puede revelar una buena apariencia, aunque el aspecto provenga más de las opiniones conseguidas desde el inicio de los tiempos que de situación reciente. Basta referirse al honor para conseguir respeto. Pareciera establecido en un artículo constitucional.
Visto desde otras perspectivas podría exhibir un perfil ganchudo y feos promontorios de iniquidad, porque no siempre el honor es quien dice ser. Hubo honores establecidos sobre acciones terribles. Honores que reverenciaron poderes malvados tras batir al verdadero honor tantas veces depuesto por émulos de abolengo rastrero. El honor puede surgir de una paciente instalación. Un fantasma servil de apariencia conmovedora y farsa irremediable. Un engaño exquisito donde se confundan los matices auténticos que un día inspiraron respeto a quienes fueron capaces de enarbolarlo sin engaños.
El verdadero honor advierte que muchos prefieren sustitutos de tintes luminosos y excéntrica movilidad.
El verdadero honor permanece en la sombra.


Acerca del autor:  José Luis Velarde